Querido padre, hermano, amigo, compañero, novio, follamigo, rollete, ligue ocasional y completo desconocido…
Me la suda tu opinión sobre mi cuerpo. Me la suda cómo te gusta una mujer. Me la suda que sea delgadita o que te guste con curvas. Me la suda que nos veas más guapas con el pelo largo, y me la suda que te guste mi pelo corto. Me la suda que te gusten las tetas grandes, o que te gusten “las tetas normales” y tu empeño en definirme “lo normal”.
Me la suda que te gusten los coños depilados, me la suda que prefieras “a lo natural”, me la suda que lo quieras recortado, o formando un corazón, o teñido de color. Me la suda, en fin, tu opinión sobre mi cuerpo.
Me la suda aún más que intentes explicar tu opinión sobre mi cuerpo basándote en lo natural que es para ti, como hombre, tener que dejar continuamente clara tu opinión sobre los cuerpos de las mujeres. Me la suda que la testosterona te provoque la necesidad de dejarme claro a cada momento quién está buena y quién no lo está. Me la suda y aun así, no deberías preocuparte: tu opinión está presente continuamente. Mil anuncios, mil carteles, mil películas, mil revistas, mil piropos callejeros, mil primeros comentarios sobre el aspecto de una mujer nada más conocerla, mil personajes femeninos de cómic, mil gritos de acoso escolar…
Por eso, en serio, no necesito tu opinión sobre mi aspecto.
Créeme, ME LA SUDA.