Cuando nos acusan de sexismo al denunciar el sexismo.

Intento no pedirle peras al olmo. Procuro ir por la vida asumiendo que la gente no ha estudiado lógica ni sabe de falacias argumentales… Hay quien me insiste en que asuma que la gente no piensa, pero tengo como una jodida vena filantrópica que me impide darlo todo por perdido.

El caso es que me apetece dejar claros unos puntos básicos:

-No veo grandes diferencias “naturales” entre hombres y mujeres que definan sus capacidades, tanto intelectuales y sociales como incluso físicas, al menos en lo que a buena parte de las actividades se refiere. Además, concibo que las oportunidades deben ser las mismas, entendidas estas como oportunidad de autorealización de cada persona, según su propio criterio y dirección. Así que por eso digo “hombres y mujeres somos iguales” (perdón por el binarismo, y dejo caer que existen más posibilidades y que además, también son y deben ser iguales) .

– Sin embargo, vivimos en una sociedad que marca enormes desigualdades entre hombres y mujeres. Esta situación de desigualdad hace que la situación de partida de unos y otras sea muy diferente, y por ello en ocasiones harán falta medidas correctoras, si es que deseamos alcanzar una igualdad real. Y para que se entienda mejor, haré uso de una explicación matemática:

Si tenemos 3 y 8, la diferencia es de 8-3= 5.
Si a 3 y a 8 les sumamos 7, tenemos 3+7=10 y 8+7=15.
Les hemos “tratado igual”, pero como vemos, la diferencia entre ambos permanece: 15-10=5.
Por lo tanto, la forma de corregir esto, sería sumando más al 3 que al 8, por ejemplo: 3+7=10 , 8+2=10.

– Cuando acusamos que las mujeres sufren ciertas situaciones, o mencionamos que los hombres actúan de determinada manera, generalizamos, sí. Porque hay diferencias estadísticas notables, que son las que nos indican que existe una desigualdad. Existen casos particulares, pero si estudias un poco de estadística, sabrás que el comportamiento de tu prima Paqui, super mandona con su novio Juan, no influye en los resultados. Cuando decimos que los hombres suelen copar el turno de palabra en asambleas, por ejemplo, no quiere decir que lo lleven en el cromosoma Y, y nosotras, pobres idiotas, en la repetición del X el dejarnos pisotear en la asamblea. Pero como nos construímos socialmente según el género, pues es más habitual que una mujer sea callada y con voz bajita y suave y un hombre más charlatán y con voz potente y tal. Lo que hemos aprendido. Eso no quiere decir que no pueda haber casos de lo contrario, yo misma hablo alto cuando quiero que se me oiga. Si al mencionar esta situación desigual, sexista, le das la vuelta y me acusas de “sexismo”: estás suponiendo que los hombres esto y lo otro, yo creo en la igualdad, no creo que haya que tratar diferente a las personas, ñañañaña… pues considero que o bien eres idiota o que usas estratagemas para mantener las cosas como están.

-Sobre la Diferencia. Existen ciertas cosas que nos hacen diferentes y conviene tenerlo en cuenta, porque sino, caemos en un modelo androcéntrico, en el que asumimos que todo ser humano debe medirse en base al varón blanco sano occidental de mediana edad. Y como ejemplo, mentaré el de los fármacos: Los fármacos se diseñan y se prueban en varones. El resultado de esto es que las mujeres padecemos más efectos secundarios, la sintomatología de varias enfermedades no es exactamente la misma en muchos ejemplos, etc. Hace muy poco tiempo que ha empezado a cambiar algo la cosa, por lo que los efectos a largo plazo aún no se conocen. Los contaminantes también nos afectan de forma especial, por distribución y proporción de grasa corporal y elementos liposolubles, y un largo etcétera. Esto, claro, repercute en la salud de las mujeres. Tener en cuenta Diferencias y hacer ciertos ensayos con sesgo de género (los que no tienen apellidos también lo son, son sesgados en el hombre, pero como no llevan apellido porque se asume, no nos enteramos), no es lo contrario a un trato igualitario. Lo contrario al trato igualitario es la desigualdad, no tener en cuenta las diferencias, precisamente para atender a esa igualdad de oportunidades, como es la salud. Yo tengo derecho a una vida saludable tanto como el maromo que se me sienta al lao en la sala de espera. Si para eso tienen que tener en cuenta que tengo útero y determinados ciclos hormonales, no veo que eso signifique que vayan a tratar peor al chico, la verdad.

-Cuando al mencionar actitudes sexistas, desiguales, etc, nos venís con la igualdad, como si esta ya fuera una realidad, como si viviéramos ya en el paraíso de la igualdad de género (y de razas, y sin clases sociales, y sin homofobias,… ya puestas a pedir!!), siempre me viene a la cabeza lo mismo: Si yo quiero ir a Valencia, mejor que asuma que NO estoy en Valencia y que tengo que hacer una serie de acciones que me lleven a Valencia: coger el metro para ir a la estación de autobuses, comprar billete de autobús, montarme en el autobús… Si quiero ir a Valencia y lo que hago es “jugar a que ya estoy en Valencia”, pues nada, padeceré un divertido desorden mental que no me lleva a ninguna parte, y mucho menos a Valencia. Pero tan ricamente, oye. Así que lo siento (en realidad no, es sólo una expresión), pero una parte fundamental del camino a la Igualdad es asumir que VIVIMOS TODAVÍA EN LA DESIGUALDAD, para tomar una serie de medidas que nos encaminen a la Igualdad.

Y resumiendo, queridas, queridos, querides:
No hay mayor esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.

De agresiones y responsabilidades

Os presento un artículo conjunto con Liberty Cravan, publicado en Regeneración, un proyecto libertario de comunicación social al que deberías poner en favoritos;)

http://www.regeneracionlibertaria.org/de-agresiones-y-responsabilidades

 

 

Después de una noche de fiesta, una joven vuelve a su casa. La calle, que por el día está llena de sonidos y colores, se encuentra ahora tranquila, fresca e iluminada solo por la luz amarillenta de las farolas. Antes de entrar, decide sentarse un rato a ver si el aire fresco le despeja un poco.

La escena es habitual. Seguramente much@s sonreiremos al leer esto, porque nos hemos visto reflejad@s en esta situación. Volver a casa después de haber salido y detenernos un momento en la calle antes de subir, para ver si el fresco nos espabila.

En el momento en que esta chica se encuentra repasando lo ocurrido a lo largo del día, aparece un hombre y, antes de que pueda reaccionar, la inmoviliza y comienza a toquetearla, sobándole las tetas debajo del sujetador.

Aquí nuestras sonrisas de complicidad se congelan, desaparecen. La escena varía, la mayoría ya no nos reconocemos en esa situación en absoluto. Alguno empieza a pensar que no debería haberse parado. A quien se le ocurre, es que hay que tener más ojo, ir por ahí sola

Eso supone cambiar la forma de valorar una decisión por algo que sucede a posteriori. Tras leer los primeros párrafos, muchas personas hemos pensado: Sí, te entiendo, esa maldita última copa que nunca deberías haber bebido… Nos sentimos cómplices. Tras la agresión, que ocurredespués, modificamos nuestra opinión sobre lo que sucedió antes. De forma que pasamos a considerar a esta chica como imprudente.

Si antes nos parecía fenomenal, una cosa totalmente normal. ¿Por qué la actuación del agresor cambia la valoración que damos a la actuación de la persona agredida? Sencillamente porque “vivimos en una sociedad donde se enseña a las mujeres a evitar las agresiones, en vez de enseñar a los hombres a no agredir”. En realidad lo que hacemos, conscientemente o no, es responsabilizar en buena medida a la mujer por lo sucedido.

El mismo trato le espera al llegar a comisaría. Tras decidirse a denunciar lo ocurrido, la policía, además de recordarle lo imprudente de su acción y entre otra batería de preguntas, le cuestiona cómo iba vestida. ¿Por qué? ¿Es un intento de determinar si iba provocando? ¿Las mujeresprovocamos agresiones? ¿Cómo? ¿Al vestirnos del modo en que mejor nos parezca estamos invitando a alguien a abusar de nuestro cuerpo?

El mismo día, en otro lugar, una mujer es violada por policías. Esto nos parece aberrante, nada más leerlo torcemos el gesto.

Si especifico que ha sucedido en Túnez, nuestro semblante se relaja en parte. Los prejuicios hacia el mundo árabe nos lo permiten. Esas cosas pasarán allí, no aquí. Nuestra islamofobia, más o menos acentuada, nos ayuda a comprender una situación que antes considerábamos inaceptable. De ese modo, que en nuestro país exista también un largo catálogo de mujeres violadas por distintas figuras policiales no importa.

En Túnez también tuercen el gesto si les hablo de una mujer violada por policías. Pero, ¿qué ocurre cuando les comento que la chica, al ser detenida, se encontraba en posición cariñosa con su novio en un lugar escondido pero público? El efecto que resulta es el reflejo de nuestra reacción ante la primera agresión narrada, tal como si nuestro razonamiento se mirase al espejo.

La gravedad de la violación policial a la mujer, que sucede después, se valora en función de lo que ella hacía antes. ¿La violación está justificada si la chica se encontraba con su novio intercambiando caricias, pero no si, por ejemplo, esperaba el autobús? ¿En qué modifica eso el hecho de que un par de policías decidieran violar a una joven?

Para más inri, ha sido acusada por “ofensas al pudor”. Nótese que ha sido acusada ella y solo ella, el novio parece que no estaba cometiendo ninguna ofensa, estas cosas solo las podemos cometer las mujeres.

¿Por qué se me ocurre juntar estos dos sucesos en un mismo artículo? Porque un mismo matiz subyace en ambos: la responsable de la agresión es la mujer, por hacer algo que no debía. No debía hacerlo porque es mujer. Hay cosas que un hombre puede hacer, pero una mujer no. Hasta en los círculos menos reaccionarios se escuchan suspiros de resignación.Qué se le va a hacer, las cosas son así; vosotras sois más débiles, tenéis que protegeros.

La estrategia elegida para esa supuesta protección es la del miedo. No solo no se enseña a los hombres a respetar y valorar a las mujeres. A los hombres se les muestra la mujer como objeto para su disfrute (televisión, publicidad, pornografía…) mientras a nosotras se nos atemoriza desde pequeñas en lugar de aportarnos herramientas para la autodefensa. Se nos insiste en nuestra debilidad e incapacidad de enfrentamiento. Nuestra estrategia debe ser siempre la de evitar de todas las formas posibles llegar a encontrarte en esa situación: evitar ir a determinados sitios, a determinadas horas, ir sola, etcétera. Evitar y evitar. Hay que evitarlo todo. De otro modo, si nos pasa algo, la culpa es nuestra, de nuestra indumentaria, de nuestra actitud, …

En lugar de conseguir que la ciudad sea un lugar seguro para tod@s, a lo que se aspira es o bien a encerrarnos en lo más alto de las más altas torres, o ser escoltadas por nuestro príncipe azul. En lugar de empoderarnos, de educarnos en la seguridad en una misma. Si somos más débiles, deberíamos ser educadas para que esa diferencia disminuyera, no se agrandara. Aprender técnicas de autodefensa, pero contando con que lo primero es sentirnos capaces. En fin, poder ser personas capaces de vivir libremente.

Hombres feministas y cánones de belleza femenina

Pues estaba yo un día viendo una peli con un amigo, la de Lobo de Wall Street. En sí la película transmite perfectamente un mundo puramente androcéntrico y desde luego no pasa ni de coña ningún test que indique ni ligeramente que transmita valores de equidad de género. Las mujeres que salen, están para ser folladas y estar muy buenas, que no os olvidéis que es nuestra misión en la vida. y eso lo sabes desde antes de darle al play. Te vas a encabronar porque no es que tengas gafas violeta, sino que llevas implantes en la retina. Pero te preparas para ver otras cosas interesantes que pueda transmitir la peli.

Aunque vayas preparada, al igual que lo que nos pasa a ese 85% de mujeres que se sienten peor con su cuerpo y su autoimagen tras ojear 10 minutos de la típica revista Cosmo, tras el despliegue de chicas con piernas kilometricas senos turgentes, vientre plano y silueta de revista, te sientes como más fea y más gorda y menos sexy de lo que te sentías esa misma mañana.

Vale, no pasa nada, una activa su mecanismo de defensa, y empiezas a reflexionar que además de que hay muy pocas mujeres en el mundo con ese arquetipo, son mujeres con un peso muy inferior a la media e incluso a lo que se considera saludable, que viven para eso, y que además lo que estás viendo no son mujeres reales porque están retocadas por photoshop, que tú no tienes que parecerte a eso y que eres rebonica y que no te sientas mal con tu cuerpo, etcetera. Y estás en este conjunto de pensamientos cuando tu compañero de sofá no puede evitar soltar un grito de macho babuíno: ‘JODER QUÉ BUENA QUE ESTÁ’.

Y yo igual soy muy quisquillosa, pero me sentó jodidamente mal. Un tío que me ha mostrado en muchas otras ocasiones su compromiso con el feminismo y acaba de convertirse en un mono de culo rojo. Además de sufrir un cortocircuito, sentí cierta decepción y sin embargo no reaccioné en ese momento. Os sonará lo de “no querer contrariar’, verdad queridas? Me jodió también, todo hay que decirlo, debido a la atracción que yo sentía por este chico. Y ahí que mi mecanismo de defensa se quedó averiado un rato. Vaya, que menuda chafada…estos son los cuerpos que le gustan? Porque ese es el mensaje que me acabas de lanzar, querido.

Y esta anécdota, que puede parecer insulsa, a mí me sirve para reflexionar sobre algo más amplio. Me sorprende bastante que muchos hombres que se autodenominan feministas rechacen de plano el replantearse sus gustos estéticos. Y además, que se vean en la imperiosa necesidad de anunciarlos públicamente, pero esto es para otro artículo. Que naturalicen (como si el concepto de belleza y su relación con la salud no fuera un invento reciente y en realidad lo que expresa es belleza y clase) o vean normal que les gusten las modelos de lencería prototípicos, aunque ‘las chicas de Dove también están muy bien’, pero no nos engañemos, las que están más arriba en la jerarquía estética, son del tipo Victoria Secret. O eso veo, eso escucho, eso leo y eso me justifican. Sin plantearse si esos gustos, ese concebir ‘la que está buena es esta, y de ahí ‘para abajo’ me las follo alegremente, pero el premio gordo sería la supermodelo’, le vienen dados desde fuera.

Y a mí esa especie de construcción jerárquica me parece deleznable. A mí, que también me siento atraída por chicas, no me atraen ese tipo de mujeres. Y no porque caiga en el juego eterno de que ‘las guapas tienen que ser tontas’. No, no. Ni arpías, bordes, creídas, etcétera. Es simplemente que me gusta darme la oportunidad de elaborar mis propios gustos y me gustan más otras chicas y lo que para mí es ser guapa, o ‘estar buenísima’. Y puedo ser igual de superficial en mi juicio, hablo meramente de atracción física ahora mismo. Algo que por supuesto se modifica con la atracción emocional o intelectual que una persona te produce

Será porque cuando veo los anuncios, tengo activado mi visor de ‘photoshop, esto no es real, y qué demonios, daría igual que lo fuera porque no tendrías por qué convertirte en eso’. Y pienso en chicas que viven a dieta, con todo su tiempo para dedicarlo a eso, que normalmente tienen un IMC por debajo del saludable, y que encima han sido maquilladas a lo bestia, con una iluminación determinada, y retocadas después por ordenador. Será que a través de eso he desarrollado el gusto por otros arquetipos, precisamente por rechazo al daño que a mí misma y a tantas amigas nos ha provocado este estúpido y esclavizante mito de la belleza. Y sobre la obsesión por adelgazar y vomitar o matarse de hambre que no se confiesan, sopena de ser tratada como una superficial sólo centrada en el físico, tengo que escribir también otro día.

Tampoco me gustan los modelos de anuncio de calzoncillos. También se me enciende la alarma del photoshop, o de que tiempo de más que se pasa en el gimnasio, tiempo que le quitas a otras partes de la vida, entre ellas una visita a la biblioteca. Aunque también sea cierto que ‘estar cachas’ no es sinónimo de lerdo sin sustancia. Ok. Pero no puedo ni quiero evitarlo, me ponen más otros cuerpos.

Me he replanteado a lo largo de mi vida qué es lo que me bombardea cotidianamente la publicidad y si realmente esos son los cuerpos que yo deseo o si voy a condicionar mis gustos a lo que me venda una maldita tele. Y la verdad es que no. He follado con una amplia variedad de cuerpos y rostros muy diversos, y mi conclusión es que no tengo yo esas tentaciones de tener a modelos de Calvin Klein en la cama (o el coche, o el parque, o donde sea). Aunque alguna vez haya bromeado con ‘bomberos en lucha’. Los cuerpos que en general me gusta lamer, besar, acariciar o arañar o los tíos en los que pienso cuando me masturbo, no saldrían en ninguna portada…eso que se pierden sus lectorxs. Y me siento muy a gusto por verme (o haberme) liberada de ese tipo de jerarquías físicas.

Ya sabéis, existe cierta especie de ‘yo te quiero como eres, aunque ya si fueras tú pero en este cuerpo de anuncio, molaría que te cagas’. O si estuvieras más cachas/buenorra. Mmhno. Y no es si quiera ese ‘acepto’ tu cuerpo ‘porque te quiero’. No. Sino mas bien: ‘Es que me pones mucho, y es tu cuerpo, y es tu postura, y es tu actitud, y tu lenguaje corporal, y tu jodida sonrisa, y la mirada, y la forma de andar, o de coger las cosas, o de escribir, o de apartarte el pelo. Y eso es incluso al margen de que me parezcas interesante o inteligente. Todo eso es físico también, e igual de superficial quizás. Porque no significa que todas las personas que me caen bien, que me parecen inteligentes, de vida apasionante, cerebros a absorber, me las quiera follar. Ni lo contrario, que no me despierte deseo sexual una persona que no conozco de nada. Sí, no soy tan marciana, sigo juzgando por el físico mi primera atracción sexual, aunque esta pueda cambiar, para bien o para mal, una vez que intercambiamos palabras.

Simplemente sucede que me niego, y me está saliendo muy bien, a que me impongan con su maldito bombardeo mediático hasta los cuerpos que tienen que hacerme lubricar. Que quien te tiene que parecer guapo es este futbolista, este actor y este modelo. Y que digan lo que digan, nos gustan los tíos así y las tías asá. Y que en realidad lo más que hacemos es conformarnos, con nuestros propios cuerpos o con los de nuestrxs compañerxs sexuales. Conformarme yo? No, no, yo disfruto y aspiro a lo que más me provoca atracción, deseo, placer. Cómo? que es el mercado quien va a marcar mis gustos en eso?? Nanaina, que no!!

ya no quedan opresores

Ya no quedan opresores

Sí, como lo leen, ya no quedan. Yo a veces creo verlos, pero debo tener problemas de percepción. O igual nadie los reconoce. O son algo muy lejano. Hay racismo, pero yo no soy racista (o más bien “yo no soy racista, pero”). Hay machismo, pero yo no soy machista. Mis amigos tampoco. Es algo que flota y que “sí, claro que existe”, pero de forma mágica, no nos toca. Es algo que sucede a otra gente. Yo con decir “no soy racista”, como con un chasquido de dedos, lo tengo incorporado ya en el genoma y todo. Y además, “tampoco hay que exagerar”.

Y lo que es sexista/racista, etc, es ofrecer programas destinados a identidades específicas, que dejen fuera explícitamente al varón blanco occidental. Por ejemplo, ofrecer créditos destinados exclusivamente a mujeres, eso “es sexista”. Da igual que a las mujeres los créditos “normales” (osea, lo que es la norma y que se asocia a lo masculino) le sean negadas en muchas más ocasiones que a los hombres (1). Que ellas no sean capaces de competir, en desigualdad de condiciones con el varón, es culpa suya y no se puede proponer ninguna medida que no las diluya en un “algo para todOs por igual”.

Y hay de a quien se le ocurra que haya una iniciativa específica de apoyo a inmigrantes, que vienen ex profeso a quitarnos las becas y las ayudas a quienes “estábamos aquí antes” (¿antes de qué? ¿de la colonización y el expolio?), y es “racista con nosotrOs”. O mencionar siquiera una propuesta enfocada a mejorar (ligeramente) la vida de las personas trans, que directamente “son raritas” y “lo suyo puede esperar” o incluso “es un capricho pequeño-burgués” y no entra dentro de “los problemas reales de la gente” (nótese que las personas trans no son “gente”).

Las iniciativas tienen que incluir a todOs. Todo debe diluirse en ese “todOs” que sirve para tapar otras identidades que no sean la normativa: varón, joven, blanco, heterosexual, sin diversidad funcional, porque él no es diverso, él es la norma. Son las necesidades de este las que marcan las de “todOs” (¿lo vais pillando?). Su salud es el patrón de salud (3). No es necesario un urbanismo con enfoque de género, ni una economía con enfoque de género, ni una antropología con enfoque de género, ni nada con enfoque de género. Tampoco con otros enfoques específicos. Eso “es discriminación”. No son necesarias políticas específicas para determinados grupos. La igualdad es que todo se diluya en ese todOs”. Los buenos gays son los que no tienen pluma y copian el modo de relacionarse tradicional hetero; las buenas mujeres son las que “son como un tío más”; la extranjería se le nota menos a quien “se integra” (que viene a decir no conservar absolutamente nada de su “atrasada cultura y costumbres”, faltaría más…pero usted vaya a Asia y exija un baño a la occidental, que quien tiene que “donde fueres haz lo que vieres” es “el otro”).

Nadie te va a confesar ser machista o racista, salvo los cuatro nazis y obispos de turno. Sugerirle a alguien que su comentario ha sido machista o racista, suele devenir en su protesta en forma de indignación por la incalculable ofensa a su honor (la ofensa de su comentario es una minucia que sólo escuece a irascibles, exageradas y paranoicas). Racista, machista, homófobo ahora son términos que se toman como insulto, están muy mal vistos socialmente. Estamos más preocupados de ser llamadxs eso, que de serlo…

Sin embargo no cuesta tanto que te reconozcan que “aún hay racismo” o machismo, u homofobia o lo que toque. Pero no nos afecta, “en mi entorno eso no pasa”, son cosas o de otros países y sociedades, otras ideologías, o de otras personas con las que no me relaciono. Somos incapaces de verlo a nuestro alrededor, no vaya a ser que se lo veamos a nuestro novio, a nuestra madre, a nuestra no-es-mi-novia, a nuestros amigos, a mi compañera de curro, o al compañero del colectivo. Porque si lo vemos, se nos hace difícil sugerir que “eso que dices es racista”, “esa opinión es machista porque…”, ya que suele ser tomado como el peor de los insultos, en vez de como una oportunidad de recapacitar, de cambiar a mejor. Pero al actuar así nos estamos negando la posibilidad de construir una sociedad que de verdad incluya, en vez de tanto diluir, o incluso excluir.

Sólo conseguiremos avanzar cuando asumamos que no es un proceso automático. Yo no quiero ser machista, yo no quiero ser racista, no quiero ser transfóbica,… no quiero apoyar una estructura opresora. Pero voy a tener que hacer algo activamente para evitarlo. He mamado de una sociedad que es todas esas cosas, así que el único camino posible es ir descubriendo actitudes, comportamientos, pensamientos, comentarios, o chistes, que me han convertido en eso que no quiero ser, para deshacerme de ello. He atravesado momentos de enorme vergüenza y tristeza conmigo misma al darme cuenta de que tal o cual actitud, opinión, pensamiento, hundía claramente sus raíces en todos esos prejuicios. Pero eso es lo que me ha permitido evolucionar y derribar esas construcciones sociales en mi cabeza. Prefiero ese camino a negarme la posibilidad de convertirme en parte de la solución en vez de ser parte del problema. No consigo entender que eso sea exagerar.

1. Amaranta Herrero, Mariel Vilella (editora) 2009. Las mujeres alimentan el mundo. Ed. Entrepueblos.
2. Cualquier ejemplar de la revista Mujer y Salud. Disponible en http://www.matriz.net/#

A que huelen las nubes…

Pues va a resultar que lo que olían, no era mi regla…sino una mierda que le echan a las compresas desechables y que en contacto con la regla reacciona de manera terrible.

El otro día me comentó una compañera del grupo de consumo que gracias al post de la naturcup

http://www.mundolibertario.org/milicia-cebolla/?p=409

se había decidido a probar la copa y me alegré un montón…primero porque me lea alguien:P

y segundo, porque me encanta poder propagar cosas buenas pa nuestro cuerpo y pa nuestro planeta!

El caso es que fijate cómo pasa el tiempo…es verdad…hace 2 o 3 años…o echando cuentas más (yo me había estancado en el “pos hará más de un año que uso esto” XD)…  el caso es que llevo ya un montón con este método y la verdad es que encantada. Pero me apetecía comentar un descubrimiento que hice el otro día. Por avatares de la vida, no pude echar mano de mi copa y salvaslip de tela, así que utilicé una compresa desechable que me prestaron. Conclusión? a esas cosas les echan algo para que huela mal y nosotras nos acomplejemos.

Suena a conspiración, pero yo no le encuentro otro sentido. Os puedo asegurar que ni los salvaslip de tela, ni las compresas que uso por la noche huelen mal. Yo le levanto, las enjuago y listo para la lavadora, y no percibo ese terrible olor que desprenden las compresas y tampones desechables.

Lo digo porque resulta que muchas amigas me consultan sobre el olor. Y yo me doy cuenta de que ni me había percatado del olor. Y esto se debe a que el olor no es ni intenso, ni desagradable. En serio, ojalá probarais aunque sólo fuera un ciclo menstrual, para comprobar lo que os digo. Y olvidaos de tampones con perfume, pensad en lo que estáis metiendo en vuestras vaginas…

Y desde luego, insisto, es un tacto mucho más agradable que el de los desechables, la copa no te produce esas terribles sensaciones que provocan los tampones, no rasca, no irrita, es una pasada. Y de guarrada no tiene nada. El único truco: botellita de agua contigo para enjuagar la copa y volvertela a poner!

Y vuelvo con la publicidad a maripuritijeritas.blogspot.com.es

compresas y salvaslips (tb pañales) lavables, artesanales, ecológicos, apoyando economías distintas.

 

Cuando nos acusan de sexismo al denunciar el sexismo.

Intento no pedirle peras al olmo. Procuro ir por la vida asumiendo que la gente no ha estudiado lógica ni sabe de falacias argumentales… Hay quien me insiste en que asuma que la gente no piensa, pero tengo como una jodida vena filantrópica que me impide darlo todo por perdido.

El caso es que me apetece dejar claros unos puntos básicos:

-No veo grandes diferencias “naturales” entre hombres y mujeres que definan sus capacidades, tanto intelectuales y sociales como incluso físicas, al menos en lo que a buena parte de las actividades se refiere. Además, concibo que las oportunidades deben ser las mismas, entendidas estas como oportunidad de autorealización de cada persona, según su propio criterio y dirección. Así que por eso digo “hombres y mujeres somos iguales” (perdón por el binarismo, y dejo caer que existen más posibilidades y que además, también son y deben ser iguales) .

– Sin embargo, vivimos en una sociedad que marca enormes desigualdades entre hombres y mujeres. Esta situación de desigualdad hace que la situación de partida de unos y otras sea muy diferente, y por ello en ocasiones harán falta medidas correctoras, si es que deseamos alcanzar una igualdad real. Y para que se entienda mejor, haré uso de una explicación matemática:

Si tenemos 3 y 8, la diferencia es de 8-3= 5.
Si a 3 y a 8 les sumamos 7, tenemos 3+7=10 y 8+7=15.
Les hemos “tratado igual”, pero como vemos, la diferencia entre ambos permanece: 15-10=5.
Por lo tanto, la forma de corregir esto, sería sumando más al 3 que al 8, por ejemplo: 3+7=10 , 8+2=10.

– Cuando acusamos que las mujeres sufren ciertas situaciones, o mencionamos que los hombres actúan de determinada manera, generalizamos, sí. Porque hay diferencias estadísticas notables, que son las que nos indican que existe una desigualdad. Existen casos particulares, pero si estudias un poco de estadística, sabrás que el comportamiento de tu prima Paqui, super mandona con su novio Juan, no influye en los resultados. Cuando decimos que los hombres suelen copar el turno de palabra en asambleas, por ejemplo, no quiere decir que lo lleven en el cromosoma Y, y nosotras, pobres idiotas, en la repetición del X el dejarnos pisotear en la asamblea. Pero como nos construímos socialmente según el género, pues es más habitual que una mujer sea callada y con voz bajita y suave y un hombre más charlatán y con voz potente y tal. Lo que hemos aprendido. Eso no quiere decir que no pueda haber casos de lo contrario, yo misma hablo alto cuando quiero que se me oiga. Si al mencionar esta situación desigual, sexista, le das la vuelta y me acusas de “sexismo”: estás suponiendo que los hombres esto y lo otro, yo creo en la igualdad, no creo que haya que tratar diferente a las personas, ñañañaña… pues considero que o bien eres idiota o que usas estratagemas para mantener las cosas como están.

-Sobre la Diferencia. Existen ciertas cosas que nos hacen diferentes y conviene tenerlo en cuenta, porque sino, caemos en un modelo androcéntrico, en el que asumimos que todo ser humano debe medirse en base al varón blanco sano occidental de mediana edad. Y como ejemplo, mentaré el de los fármacos: Los fármacos se diseñan y se prueban en varones. El resultado de esto es que las mujeres padecemos más efectos secundarios, la sintomatología de varias enfermedades no es exactamente la misma en muchos ejemplos, etc. Hace muy poco tiempo que ha empezado a cambiar algo la cosa, por lo que los efectos a largo plazo aún no se conocen. Los contaminantes también nos afectan de forma especial, por distribución y proporción de grasa corporal y elementos liposolubles, y un largo etcétera. Esto, claro, repercute en la salud de las mujeres. Tener en cuenta Diferencias y hacer ciertos ensayos con sesgo de género (los que no tienen apellidos también lo son, son sesgados en el hombre, pero como no llevan apellido porque se asume, no nos enteramos), no es lo contrario a un trato igualitario. Lo contrario al trato igualitario es la desigualdad, no tener en cuenta las diferencias, precisamente para atender a esa igualdad de oportunidades, como es la salud. Yo tengo derecho a una vida saludable tanto como el maromo que se me sienta al lao en la sala de espera. Si para eso tienen que tener en cuenta que tengo útero y determinados ciclos hormonales, no veo que eso signifique que vayan a tratar peor al chico, la verdad.

-Cuando al mencionar actitudes sexistas, desiguales, etc, nos venís con la igualdad, como si esta ya fuera una realidad, como si viviéramos ya en el paraíso de la igualdad de género (y de razas, y sin clases sociales, y sin homofobias,… ya puestas a pedir!!), siempre me viene a la cabeza lo mismo: Si yo quiero ir a Valencia, mejor que asuma que NO estoy en Valencia y que tengo que hacer una serie de acciones que me lleven a Valencia: coger el metro para ir a la estación de autobuses, comprar billete de autobús, montarme en el autobús… Si quiero ir a Valencia y lo que hago es “jugar a que ya estoy en Valencia”, pues nada, padeceré un divertido desorden mental que no me lleva a ninguna parte, y mucho menos a Valencia. Pero tan ricamente, oye. Así que lo siento (en realidad no, es sólo una expresión), pero una parte fundamental del camino a la Igualdad es asumir que VIVIMOS TODAVÍA EN LA DESIGUALDAD, para tomar una serie de medidas que nos encaminen a la Igualdad.

Y resumiendo, queridas, queridos, querides:
No hay mayor esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.

Mito del racismo negro y el hembrismo

Desde hace un tiempo, vengo constatando un desarrollo paralelo entre el discurso de la existencia del hembrismo, en base a que hay mujeres idiotas, y se ejemplifica con una supuesta actitud racista de un negro hacia un blanco. Ambos mitos se relacionan mutuamente, repitiéndose una y otra vez como una especie de mantra.

Yo quiero exponer porqué creo que el racismo negro o el hembrismo, actualmente, no pueden darse. El racismo es un fenómeno social, en el cual toda (o al menos gran parte) institución está conformada de manera que los individuos de otras “razas”[1] están sometidas a los blancos. Así es como ha surgido y es como se mantiene actualmente. Podrían haberse dado otros desarrollos históricos en universos paralelos. Pero actualmente, aún permanecen los privilegios de personas blancas, frente a personas de otras pigmentaciones. Para simplificar, hablaré de negritud, porque es el mito más extendido.

El negro racista… o cómo bombardear con autocomplacencia a los blancos.

Es conocido el mito, se pone siempre de ejemplo: “si un negro desprecia a un blanco por serlo, está siendo igual de racista”. Pues aunque su actitud no sea de aplaudir, ya que está prejuzgando a una persona por motivos de color de piel, resulta que no es posible para un negro en la sociedad actual ser racista. Porque el racismo no es una respuesta individual, sino una estructura social en la cual todo tiene un orden rígido que se reduce a blancos arriba, negros abajo. Si unos cuantos individuos negros, de forma individual, tienen actitudes de prejuicio racial, podemos resaltar lo feo del gesto. Pero no “es lo mismo pero al revés”. Entre otras cosas porque no disponen del control de todas esas instituciones y estamentos sociales que permitan una vuelta a la tortilla. En EEUU, por ejemplo, sigue habiendo una relación estrecha entre negritud y pobreza, y población reclusa [2]. Esto no es casual, y desde luego, nada tiene que ver con las capacidades de las personas negras. Claramente es el resultado de una estructura social. Así que no, cuando un negro es borde con un blanco…no está siendo racista. Estará siendo antipático, prejuicioso, pero no racista. El día en que hubiera matanzas de blancos por parte de negros, persecución, historia de esclavismo, “blanquización de la pobreza”, etc etc. El día en que los negros controlaran todo y los blancos estuvieran abajo, ahí habría racismo negro. Mientras tanto, habrá individuos de una identidad oprimida que reaccionan con una actitud agresiva ante individuos de identidad opresora, aunque estos últimos no pretendan mantener ese estatus. Y esta actitud, insisto, puede ser reprochable: usted no me conoce, ¿cómo sabe que yo, aun siendo blanco, no estoy interesado en destruir este orden absurdo de cosas, porque creo en la igualdad de la humanidad?. Ahí tenemos al Ferrocarril Clandestino como ejemplo de que personas blancas pueden estar interesadas también en derribar esos muros [3]. No se está alabando esa actitud, simplemente le estamos dando el peso que merece, y que no es uno que equilibre ninguna balanza entre las relaciones que existen entre blancura y negritud. Precisamente es un conocido mito porque nos permite invisibilizar y normalizar el racismo, poniendo las cosas en una balanza de “a mi una vez un negro me hizo mal”. Se reproduce porque nos hace sentir “confortables”, precisamente por esa autocomplacencia que permite. Así como muchos otros mitos que se extienden socialmente y permiten mantener ese desequillibrio motivado por “raza” [4].

Así que simplemente se hace necesario explicar que una actitud puede ser negativa, equivocada éticamente, lo que sea. Pero no se puede usar todo término. Acabamos simplificándolo todo a fascista, racista y sexista, en una especie de caca-culo-pedo-pis que nos idiotiza mentalmente. Existen más palabras, usémoslas, eso desarrollará nuestra capacidad cognitiva. El lenguaje es una gran forma de entrenar al cerebro.

Del mito del negro racista al bulo del ataque cotidiano hacia los hombres: la falacia del hembrismo.

De igual forma, con mayor frecuencia se exponen casos de mujeres que maltratan psicológicamente, amén de todas las maldades posibles que le puedan hacer a los hombres, pasando por romperles el corazón, que es la más habitual, para intentar demostrar una especie de equidistancia. No hay equidad, por lo tanto, hablar de equidistancias es directamente absurdo. Una mujer puede ser imbécil, puede ser una cabrona despreciable que trate a un hombre de mala manera. Pero no es hembrista, porque no existe, por más que vengan hablando de lobbys, ese cambio de tortilla. En el contexto actual, siguen estando invisibilizados los trabajos de cuidados [5], la doble jornada laboral de la mujer [6], e incluso la supeditación a su marido en el caso de propiedad de tierras, explotaciones agrarias y demás [7], además de sufrir una invisibilización respecto a nuestra salud [8], entre otras muchas como menores sueldos [9], muertas por violencia de género [10], y un largo etcétera.

Existen mujeres idiotas, nadie lo duda. Como humanas, tenemos un amplio abanico de virtudes y defectos. Pero su actitud es individual, mientras que el patriarcado es una estructura sociale, lo que implica un desigual reparto del poder con sesgo de género, que provoca que las mujeres no participen del espacio público, que exista una división sexual del trabajo, infravalorando la correspondiente a la mujer, feminización de la pobreza, menor autonomía personal y en las relaciones sociales. Una forma de definirlo es: forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres, el marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos e hijas, y de la línea de descendencia paterna sobre la materna Asímismo, se universaliza el “yo” masculino, planteándolo como vara de medir y referencia, siendo uno de los fundamentos de la dominación patriarcal [11].

Por eso, por mucho que sean idiotas, no pueden ser hembristas, simplemente porque no se tiene esa capacidad. Y aunque Obama es negro, y Merkel mujer, el orden social permanece rígidamente asentado. Obviamente, se ha avanzado. Se han mellado los pilares que sostienen ese orden. Pero la única dirección posible es continuar haciéndolo. No apuntalarlos para mantener las cosas tal cual están, sino derrumbar lo que queda de ello, que aún es mucho. y para ello, es fundamental no caer en la autocomplacencia de “para mí también es duro”, “yo no tengo la vida solucionada por ser blanca”, etcétera etcétera. No, obviamente entran otros factores, entre ellos la fundamental: la clase social. Pero por ser blanco, no la tienes tan complicada como la de un negro, y por ser hombre, no te ponen las mismas zancadillas que si fueras mujer. Así que, con una analogía atlética: si al resto de personas se les ponen obstáculos, entenderemos que el primero en llegar a meta con la pista lisa está siendo privilegiado frente a los demás. Siguiendo la analogía, es posible que nuestra pretensión de hecho no sea llegar a meta, ni ganar nada en atletismo. Pero ya que se nos obliga a correr, hay que remarcar esos obstáculos que existen y denunciarlos, no detenernos en que para el corredor que gana “también es duro tener que entrenar todos los días”.

Nadie está diciendo que la vida de un hombre blanco es de rosas por el mero hecho de ser varón y blanco. Ni que deba darse la vuelta a ninguna tortilla. Ni que todos los hombres blancos sean una panda de malnacidos esclavistas y machistas. Pero resulta paradójico que en una realidad en la que las mujeres mueren y cumplen dobles y triples jornadas, las personas negras se vinculan con la pobreza y la cárcel, siempre salga alguien corriedo a defender la socialmente cómoda idea de que “l@s oprimid@s tb oprimen”. Y no…pueden cagarse en tu madre y eso puede molestar, pero no te oprimen, sobretodo porque no pueden, al menos en base a esa identidad que se concibe como socialmente inferior.

Por favor, déjate de autocomplacencias, de buscar obsesivamente ejemplos de “mujeres que tratan mal a los hombres”, de “grupos feministas que pretenden el exterminio masculino”, de confundir los artículos de revistas Cosmopolitan con los postulados feministas, y de “negros que también han hecho cosas malas”, “de que los gitanos son racistas con los payos” y demás sandeces varias. Deja de confundir términos, porque no hay equidistancias ni equivalencias en un contexto de desigualdad. Y deja de utilizar esos argumentos para pretender suavizar la diferencia que se da entre las clases oprimidas y las opresoras. O al menos, no te creas tan de izquierdas si no estás dispuest@ a moverte de tu área de comodidad que permite perpetuar las cosas tal y como están.

[1] si bien el término no sea adecuado, ya que no existen realmente las razas desde ningún punto de vista médico, biológico, genético, etcétera. Las Razas humanas no existen:

http://www.andercismo.com/2008/03/las-razas-humanas-no-existen.html

[2] Datos del Census Bureau de EE.UU.

http://www.census.gov/newsroom/releases/archives/income_wealth/cb12-172.html

http://www.census.gov/newsroom/releases/archives/income_wealth/cb12-172.html#tableb

Resumidamente, la población negra representan más del 27% de la población en situación de pobreza. Muy equiparado con población hispana, con más de un 26%. Los blancos de origen no hispano, representan menos del 10%. Esto demuestra ua clara vinculación entre identidad racial y etnia con la pobreza y la exclusión social.
[3] The Underground Railroad

http://en.wikipedia.org/wiki/Underground_Railroad

[4] Para desmontar este tipo de mitos, un gran pensador de nuestro tiempo decidió realizar este ejercicio de compilación de argumentos contra las intoxicaciones y comeduras de tarro racistas de turno:

http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?f=15&t=33465

[5] Estos son llevados a cabo por mujeres en el 99% de los casos, y que si se tuvieran en cuenta supondrían 1/3 del PIB. Pérez Orozco, A. y López Gil, S. (2011) Desigualdades a flor de piel: Cadenas globales de cuidados. ONU Mujeres. Disponible en

http://bookcamping.cc/referencia/1220-desigualdades-a-flor

[6] Propuesta por la Titularidad Compartida, desde el MAGRAMA

http://www.magrama.gob.es/es/desarrollo-rural/temas/igualdad_genero_y_des_sostenible/titularidad_compartida

[7] Según un estudio que está a punto de publicarse sobre las vivencias de las mujeres campesinas vascas, existe una clara discriminación en el sector agrario, predominando la falta de reconocimiento como trabajadoras agrícolas. Esto puede constatarse concretamente en que carecen de titularidad de las actividades agrícolas cuando los 2 miembros de la pareja lo comparten, además de a la hora de pedir ayudas para emprender la actividad agrícola y al pretender darse de alta en la Seguridad Social Agraria.
[8] Más información al respecto en la Revista on-line Mujer y Salud, disponible en

http://mys.matriz.net

También existe información al respecto, en inglés, en el colectivo ecofeminista Women’s Voice for the Earth

http://www.womensvoices.org/about/why-a-womens-organization

[9] Encuesta de estructura salarial. INE. Informes anuales disponibles en

http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=/t22/p133&file=inebase

[10] Información disponible en las Estadísticas del Ministerio de Igualdad (o el Ministerio en el que sea diluído):

http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/boletinmensual/home.htm

y http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/home.htm

También en la Red estatal de organizaciones feministas contra la violencia de género.

http://www.redfeminista.org

[11] Dolores Reguant (2007) Explicación abreviada del Patriarcado.

http://www.proyectopatriarcado.com/docs/Sintesis-Patriarcado-es.pdf

me lo publican en regeneración (una versión anterior )http://www.regeneracionlibertaria.org/mito-del-racismo-negro-y-el-hembrismo
y en Tierra y libertad esta última versión (en papel).

Agresiones y violencia machista en el movimiento: ¿Algo ya superado?

Texto colectivo en el que participé, publicado en Alasbarricadas.org

http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/10591

Estamos en un punto en el que las reflexiones en torno a las agresiones sexistas en espacios liberados es prácticamente nula. Esto sucede porque por un lado, se parte de la premisa errónea de que como somos anarquistas, automáticamente estamos libres de este tipo de lacras. Sin embargo, son actitudes e ideas asumidas que no se eliminan automáticamente, sino que hay que hacer un esfuerzo por trabajarlas. Y para hacer este esfuerzo hemos de darnos cuenta de ellas en vez de rechazar de plano que tengamos esas actitudes, deberíamos hacer un ejercicio de introspección, para ver cuáles son las actitudes que contribuyen a mantener este estado actual de las cosas para poder combatirlas. Si las negamos sin haber hecho esto, lo único que haremos será maquillarlas, o tener actitudes permisibles de cara a la galería, pero no habremos cambiado de raíz nuestros comportamientos.

Por otro lado, desde que en los medios e instituciones se comienza a tocar el tema, parece que la sobredosis informativa acerca de casos de malos tratos y demás, el tema aburre. Ya está suficientemente tratado y no hay que darle más vueltas. Además de esa falsa sensación de que esto tan horrible que sucede, ocurre “fuera de nuestras fronteras”. El problema no es nuestro, ya que nosotres somos anarquistas, y en nuestros círculos no se puede dar. Sin embargo, somos hombres o mujeres cada día, cada minuto y cada segundo de nuestra vida, y cada vez que nos relacionamos con otras personas (o incluso con nosotrxs mismxs, en nuestra percepción de la realidad) dejamos constancia de cómo asumimos nuestro rol de género.

La reflexión sobre las agresiones en nuestros espacios se genera (la mayoría de las veces, por no decir todas…) en grupos de mujeres y lesbianas. Su incidencia en grupos mixtos es residual. Seguimos tratando el tema como algo que afecta sólo a las mujeres. Es cierto que somos las que recibimos la peor parte, pero esto nos afecta a todxs, seamos agredidas o agresores precisamente por ese rol que jugamos y que muchas veces nos vemos reacios a plantear.

Y es precisamente este rol el que tenemos que observar, plantear, criticar, reflexionar sobre ello. Cómo nos afecta aplicar un rol “que se supone no nuestro”. Cómo influye el resto de la sociedad, en el sentido de que en ocasiones tenemos una lucha interna con nosotras mismas porque no sabemos si “nos estamos pasando de feministas”, al colocarnos un espejo deformado de “feministas histéricas” cuando algo nos cabrea porque nos afecta directamente. No se puede pasar por alto, no podemos perder de vista que estamos hablando de relaciones de poder desequilibradas y desiguales de partida, de dominación, de opresión.

El hombre (incluido el hombre anarquista) parte de una situación privilegiada con respecto a la mujer. En su mano está pues contribuir a perpetuar esos privilegios o no. Esa contribución puede no ser, o ser chiquita, o ser grande: ignorando, despreciando, ninguneando, invisibilizando, cosificando, acosando, abusando, agrediendo, maltratando…

Desgraciadamente, nuestras relaciones y nuestros espacios no están exentos de estos intentos de abuso de poder. Cada X tiempo sale a la palestra un nuevo episodio de agresión o acoso, por no hablar de todos aquellos (la mayoría) que se silencian. En general, en el momento que una persona decide hacer público que ha sido víctima de una agresión, colectivamente, no reaccionamos, no sabemos reaccionar o no queremos reaccionar… se tiende a invisibilizar, evitar, eludir… se habla de ello como un asunto “privado”, como algo muy complicado, delicado, dándonos una excusa para mantenernos al margen.

Cuesta aceptar la agresión como tal, porque en nuestro imaginario, los agresores son psicópatas, enfermos que acechan en callejones oscuros o esperan agazapados en el portal, sin embargo el 90% de las agresiones sexuales se produce en espacios de confianza. Hemos generado un esteriotipo de agresor que a la hora de la verdad cuesta ver reflejado en nuestrxs compañerxs. Nos hemos llenado de frases y de dibujos de mujeres golpeando en los testículos a hombres agresores. Y esto es fácil de cumplir cuando no hay lazos de ningún tipo con el agresor. Tendemos a pensar que las violaciones se dan por agresores anónimos, para los que la única herramienta de la que disponemos es la autodefensa.

Pero ¿qué sucede cuando estas dinámicas se dan entre personas con lazos de unión, ya sea de compañerxs o de amistad, u otras? pues que no sirve la autodefensa, porque no puedes golpear a quien aprecias. Es necesario otro trabajo ante esto. Un trabajo con varios enfoques, porque podemos ser agredidas, podemos ser agresores, o podemos ser cómplices.

Cuando el modelo de agresor que tenemos es un demonio con cuernos y rabo, es fácil aplicarle este modelo a un agresor desconocido, o a alguien que de por sí te cae mal, y entonces darle una patada en los huevos. Pero cuando ese agresor resulta ser una persona que comparte espacio y trabajo contigo, a quien tienes aprecio, cuando debes aplicar ese modelo a un chico que puede ser encantador, con gran sentido del humor, estar muy implicado en diversos temas sociales, la primera reacción es de “no puedo creérmelo”. Y de alguna forma resulta más fácil y más creíble pensar en una “feminista histérica exagerada” que en un “compañero agresor”. Buscamos formas de entenderlo como un malentendido, como algo no tan grave, para intentar evitar todo el esfuerzo que supone enfrentarse a ello (X no puede hacer eso, simplemente no puede ser). De esta forma, esta resistencia a asumir la agresión en nuestro ambiente, movimiento, relaciones, centros, lugares, nos lleva a minimizar, excusar, justificar, dar una explicación alternativa de los hechos, cuestionando de esta manera a la persona agredida.

Y quizás la solución no sea siempre una patada en los cojones. Si nos debatimos entre darle una paliza o mirar hacia otro lado, normalmente elegimos mirar hacia otro lado, es un mecanismo de autodefensa para no tener que aceptar “la monstruosidad de alguien cercano”. Pero quizás debamos descubrir otras vías. Quizás exista la posibilidad de acercarnos a ese amigo de quien descubrimos un reverso tenebroso y hacerle ver que su actitud es despreciable, pero que estamos dispuestxs a ayudarle para cambiar su actitud. Si le da igual y lo que le importa es mantener su imagen, podremos pasar a la opción de darle de lado, crearle un vacío, o incluso volver a la clásica patada en los testículos. Pero si somos anarquistas, deberíamos estar por la nunca fácil opción de recurrir primero a otras medidas antes que a la mera represión. Proponer el planteamiento y la ayuda para que el agresor asuma el rol que ha estado llevando y se despegue de él.

No tenemos recetas mágicas pero creemos que hay que intentarlo. De lo contrario, al menos ser consecuentes, y mostrar ese rechazo abiertamente, y siempre. Pero seamos realistas, ésto no suele suceder, porque es más sencillo excusar a un amigo que admitir que pueda tener un comportamiento tan insano.

Cuesta aceptar la agresión como tal, porque asumir que uno de nosotros es un agresor es asumir que todos somos agresores potenciales. Precisamente, aceptar que todxs llevamos un agresor dentro, o alguien que facilita el camino hacia las agresiones, es enfrentar nuestro modelo de comportamiento con lo que no nos gusta ver de nosotrxs mismxs. Nos gusta vernos diferentes, vernos distintos a esa sociedad a la que criticamos, y darnos cuenta de estos fallos supone, de nuevo, volver a tocar con los pies en la tierra: ver nuestros errores, todas esas cosas que preferimos dejar pasar para poder mantener la armonía, todas esas actitudes a las que le restamos importancia y darnos cuenta de que pueden tener más importancia de la que le damos. Y entonces, enfrentarnos a esa estigmatización de “feminista histérica” por el hecho de querer plantearnos algo que aparece como normalizado.

Cuesta aceptar la agresión como tal, porque pone de relieve las fuertes carencias existentes alrededor de este tema mientras actuamos como si estuviera superadísimo. Porque supone una autocrítica muy fuerte, tener que volver a trabajar un tema que muchxs querrríamos pensar que está superado. No asumimos la agresión por el coste político que pueda acarrear, preferimos silenciarla tratando de eludir la crítica externa… incluso nos puede parecer de lo más inoportuno que alguien decida hacer públicas ese tipo de cuestiones en vez de lavar los trapos sucios en casa…

Asumir públicamente la agresión parece que invalide todos los proyectos que se llevan a cabo, como si un enorme castillo de naipes se desmoronase. Que además será y es usado por otros colectivos “rivales” para atacarnos. Que será una brecha por la que se debilitará todo aquello por lo que trabajamos. De cara a la galería es mejor mostrar que nada sucede, prque las consecuencias pueden ser penosas para todo el colectivo. Es importante mostrar una apariencia de perfección y normalidad antes que asumir públicamente que ha sucedido una agresión y pensar hasta qué punto se ha permitido esa agresión. Pero al actuar así, más tarde tendremos que trabajar sobre porqué hemos permitido que esa agresión quede silenciada, porqué, una vez más, hemos allanado ese camino hacia futuras agresiones, cuando la solución es enfrentar lo sucedido lo antes posible.

Las agresiones más visibles sólo son la punta del iceberg de una serie de pautas asumidas que muchas veces ni siquiera vemos. Por lo tanto, silenciando esas agresiones sólo conseguimos tapar los síntomas… síntomas de que algo dentro está enfermando. Los síntomas están ahí para que nos fijemos en ellos y hagamos frente a una enfermedad. Por algo como militantes hablamos de soluciones radicales (que van a la raíz del problema) y no de soluciones sintomáticas.

Poema de chicos sin muñecas

Quizá es que te faltó una muñeca en tu niñez.
Quizá si no te hubieran limitado,
y hubieras tenido tu regalo,
habrías podido disfrutar
de cambiarle la ropita y el peinado

Quizá así dejarías
de decidir por tu novia
el vestido adecuado,
la longitud del pelo deseado
que tenga el coño rasurado.

Quizá no sea tarde,
Y puedas comprar una muñeca,
Ponerle vestiditos, hacerle peinaditos!
Modelarla a tu gusto!!
hasta ponerle pecas!

Y,en fin,
…dejarnos a las tías en paz.